RESUMEN
En una breve introducción aparece Amado Funeral, un hombre muy feliz,
porque va a ser nombrado hermano mayor de su cofradía, un gran honor.
En ese momento en el que ha quedado en una sala de la catedral a ensayar
una representación con cinco hermanos cofrades se apaga la luz, y aparece
muerto, asesinado. La novela va encaminada a resolver el misterio de su
muerte, quién lo mato, por qué y qué arma homicida se utilizo, ya que ésta
no apareció.
Se le encarga la tarea a un periodista leonés llamado Homero Polar,
por parte de uno de los cofrades que en ese momento estaba en la escena del
crimen. Homero Polar tiene que investigar las circunstancias de la muerte de
Amado Funeral, ya que este murió en presencia de sus compañeros cofrades,
en la sala capitular de la catedral de Toledo, a punto de ensayar una obra de
Calderón de la Barca, La cena del rey Baltasar.
Cinco cofrades, con o sin razones aparentes para matarlo, cada uno de
ellos por su profesión y condición manejan objetos punzantes. Podía ser
cualquiera de ellos, pero quién era de ellos y con qué lo había asesinado, pues
el arma homicida no había aparecido.
Por otra parte Homero Polar, es perseguido por un individuo, que
dadas su características físicas no puede pasar desapercibido en ningún
lugar, y ya ha recibido algún que otro encontronazo con él. Este personaje le
persigue a lo largo de toda la trama y en su anterior trabajo de investigador,
El misterio del testamento envenenado, y le perseguirá hasta el final de la
resolución del caso, quedando la novela abierta a una nueva aventura.
jueves, 27 de enero de 2011
soñar un crimen Tom Wahl y Meryl Temple
En la clase de Español, leí una novela se llamó “Soñar Un Crimen.” La historia es de un hombre se llama Carlos y sus “sueños.” Los eventos son se retransmiten por los diarios de Carlos. Carlos piensa que la mujer que él mató cuándo era joven, se llama Carmen Alba, está vivo, porque ve la ella todo el tiempo. Carlos no sabe si es un sueño o no, porque siempre está cansado.
Pero los “sueños” no son de la imaginación de Carlos. Su esposa, Laura, y su mejor amigo, Fernando, no son personas honestas, y trame contra Carlos para hacerlo piensa que él está loco. Laura es la hija de Carmen Alba, y ella quiere tomar la venganza por la muerte de su madre. Ella lleva una peluca y un vestido como un disfraz.
Carlos sueña que la muerte de la "mujer misteriosa" que él piensa es Carmen Alba. A fines de la novela él comete el asesinato. Se asume que la mujer asesinada es Laura, porque Carlos tiene la llave a la casa de la mujer que mata.
ramiro
martes, 25 de enero de 2011
Federico garcia lorca
poema:
Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.
(Sale la Criada)
Criada: Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.
La Poncia: (Sale comiendo chorizo y pan) Llevan ya más de dos horas de gori-gori. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso se desmayó la Magdalena.
Criada: Es la que se queda más sola.
La Poncia: Era la única que quería al padre. ¡Ay! ¡Gracias a Dios que estamos solas un poquito! Yo he venido a comer.
Criada: ¡Si te viera Bernarda...!
La Poncia: ¡Quisiera que ahora, que no come ella, que todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.
Criada: (Con tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?
La Poncia: Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!
Voz (Dentro): ¡Bernarda!
La Poncia: La vieja. ¿Está bien cerrada?
Criada: Con dos vueltas de llave.
La Poncia: Pero debes poner también la tranca. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.
Voz: ¡Bernarda!
La Poncia: (A voces) ¡Ya viene! (A la Criada) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.
Criada: ¡Qué mujer!
La Poncia: Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!
Criada: Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.
La Poncia: Ella, la más aseada; ella, la más decente; ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido.
(Cesan las campanas.)
Criada: ¿Han venido todos sus parientes?
La Poncia: Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron a verlo muerto, y le hicieron la cruz.
Criada: ¿Hay bastantes sillas?
La Poncia: Sobran. Que se sienten en el suelo. Desde que murió el padre de Bernarda no han vuelto a entrar las gentes bajo estos techos. Ella no quiere que la vean en su dominio. ¡Maldita sea!
Criada: Contigo se portó bien.
La Poncia: Treinta años lavando sus sábanas; treinta años comiendo sus sobras; noches en vela cuando tose; días enteros mirando por la rendija para espiar a los vecinos y llevarle el cuento; vida sin secretos una con otra, y sin embargo, ¡maldita sea! ¡Mal dolor de clavo le pinche en los ojos!
Criada: ¡Mujer!
La Poncia: Pero yo soy buena perra; ladro cuando me lo dice y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza; mis hijos trabajan en sus tierras y ya están los dos casados, pero un día me hartaré.
Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.
(Sale la Criada)
Criada: Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.
La Poncia: (Sale comiendo chorizo y pan) Llevan ya más de dos horas de gori-gori. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso se desmayó la Magdalena.
Criada: Es la que se queda más sola.
La Poncia: Era la única que quería al padre. ¡Ay! ¡Gracias a Dios que estamos solas un poquito! Yo he venido a comer.
Criada: ¡Si te viera Bernarda...!
La Poncia: ¡Quisiera que ahora, que no come ella, que todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.
Criada: (Con tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña, Poncia?
La Poncia: Entra y llévate también un puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!
Voz (Dentro): ¡Bernarda!
La Poncia: La vieja. ¿Está bien cerrada?
Criada: Con dos vueltas de llave.
La Poncia: Pero debes poner también la tranca. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.
Voz: ¡Bernarda!
La Poncia: (A voces) ¡Ya viene! (A la Criada) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.
Criada: ¡Qué mujer!
La Poncia: Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!
Criada: Sangre en las manos tengo de fregarlo todo.
La Poncia: Ella, la más aseada; ella, la más decente; ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido.
(Cesan las campanas.)
Criada: ¿Han venido todos sus parientes?
La Poncia: Los de ella. La gente de él la odia. Vinieron a verlo muerto, y le hicieron la cruz.
Criada: ¿Hay bastantes sillas?
La Poncia: Sobran. Que se sienten en el suelo. Desde que murió el padre de Bernarda no han vuelto a entrar las gentes bajo estos techos. Ella no quiere que la vean en su dominio. ¡Maldita sea!
Criada: Contigo se portó bien.
La Poncia: Treinta años lavando sus sábanas; treinta años comiendo sus sobras; noches en vela cuando tose; días enteros mirando por la rendija para espiar a los vecinos y llevarle el cuento; vida sin secretos una con otra, y sin embargo, ¡maldita sea! ¡Mal dolor de clavo le pinche en los ojos!
Criada: ¡Mujer!
La Poncia: Pero yo soy buena perra; ladro cuando me lo dice y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza; mis hijos trabajan en sus tierras y ya están los dos casados, pero un día me hartaré.
antonio machado
Poema:
El mañana efímero
- La España de charanga y pandereta,
- cerrado y sacristía,
- devota de Frascuelo y de María,
- de espíritu burlón y de alma quieta,
- ha de tener su mármol y su día,
- su infalible mañana y su poeta.
- El vano ayer engendrará un mañana
- vacío y ¡por ventura! pasajero.
- Será un joven lechuzo y tarambana,
- un sayón con hechuras de bolero,
- a la moda de Francia realista
- un poco al uso de París pagano,
- y al estilo de España especialista
- en el vicio al alcance de la mano.
- Esa España inferior que ora y bosteza,
- vieja y tahur, zaragatera y triste;
- esa España inferior que ora y embiste
- cuando se digna usar de la cabeza,
- aún tendrá luengo parto de varones
- amantes de sagradas tradiciones
- y, de sagradas formas y maneras;
- florecerán las barbas apostólicas
- y otras calvas en otras calaveras
- brillarán, venerables y católicas.
- El vano ayer engendrará un mañana
- vacío y ¡por ventura! pasajero,
- la sombra de un lechuzo tarambana,
- de un sayón con hechuras de bolero,
- el vacuo ayer dará un mañana huero.
- Como la náusea de un borracho ahíto
- de vino malo, un rojo sol corona
- de heces turbias las cumbres de granito;
- hay un mañana estomagante escrito
- en la tarde pragmática y dulzona.
- Mas otra España nace,
- la España del cincel y de la maza,
- con esa eterna juventud que se hace
- del pasado macizo de la raza.
- Una España implacable y redentora,
- España que alborea
- con un hacha en la mano vengadora,
- España de la rabia y de la idea.
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